Bienvenidos a "La cantera de las Historias", blog literario de los alumnos de 2º de ESO del colegio Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro.
13 nov 2014
Diana. Este es el nombre de nuestra protagonista. Una niña que pasaba desapercibida entre su mata de pelo rizado y sus gafas de los años 70. Era la típica disponible para todos, aunque los demás no le dedicarán ni un solo segundo. Sentada en el fondo de la clase, prestaba suma atención a las explicaciones de Doña Gloria, y no habría nunca la boca por temor a que sus palabras tartamudeantes fueran el motivo de risas y carcajadas de sus compañeros. Se sentía sola muy sola. En el recreo oía el murmulló de las rubias más cotillas, y de los más guapos, lanzándole insultos a diestro y siniestro. 

En casa le animaba ver con cuanta alegría la recibía su madre, y es que la adolescencia no le separó como a muchos chicos y chicas, sino todo lo contrario. Su madre Margarita era su mejor amiga, puesto que como solo la había criado ella, no tenía a nadie más de confianza. Por las tardes, hacer los deberes la mantenían alejada de la soledad, pero cuando se acercaba la noche no había madre ni tarea suficiente para evitar que dos lagrimones cayeran por sus mejillas.

Se acercaba su cumpleaños, y Margarita quería hacerle un regalo muy especial por su 15 cumpleaños. Mientras Diana se ponía con la tarea, su madre decidió salir en busca de aquel objeto que hiciera que su hija sonriera. Pero esta salida no trajo más que un disgusto para nuestra pobre protagonista. Se hacía de noche y todavía no había vuelto. Preocupada espero sentada en el sofá la llegada de su madre, y en uno de estos segundos de inmenso silencio, en el cual solo se podían escuchar el ``Tic-Tac´´ del reloj, se sumó el sonido del teléfono. Una voz desconocida para la chica preguntaba si era familiar de Margarita Truano. Ella contesto que sí, y tras un suspiro le comunicó que su madre había sido atropellada y que no había sobrevivido al accidente. Diana no se lo quiso creer, y frustrada, su mente le hizo reaccionar con una actitud impropia de ella. Le gritó al médico que la había llamado y tiro el teléfono al suelo dando por finalizada la llamada. 

El día del entierro, no había nadie presente, solo ella y el cura don Anselmo, el cual había ayudado mucho a lo largo de su vida a Margarita. La lluvia caía lentamente sobre la lápida. Diana intenta contenerse, pero cae al suelo y rompe a llorar. No solo ha perdido a su madre, sino que por si fuera poco también a su mejor amiga. Don Anselmo la levanta rápidamente y con un sacudido le quita el fango amontonado en las faldas de tan hermoso vestido negro. La monta en su coche, pero no con la finalidad de llevarla a casa, sino llevarla con su tía Maite, una vieja gruñona a la que no había visto más que dos veces, pero que por desgracia era su única familiar cercana. Pasadas unas semanas, Diana intenta luchar con ese caos que se apodera de ella, de los malos modos de su tía, y su soledad, que ahora más que nunca la persigue.

En el colegio nada ha cambiado sigue siendo la misma empollona de siempre, hasta que llega Julio, un nuevo alumno. Un macarra al que no le iba nada esas pijotadas del colegio reglamentario, con normas estrictas y uniformes de colores grisáceos. Su actitud no tenía referente. Vivía de su cara, perfecta, como la un ángel. No tenía ninguna imperfección. Pero todo esto no era más que una fachada para ocultar el pasado que llevaba a sus espaldas.

Digamos que la relación entre Diana y él era distante, pero todo cambio cuando Doña Gloria los puso como pareja para representar la obra de teatro de Shakespeare, ``Romeo y Julieta´´. A ella no le hizo mucha gracia, pues le aterraba la idea de salir a escena con un chico tan guapo, y encima con su gran timidez. Pero pronto recordó que sin duda alguna esta era la obra favorita de su madre, así que como un fiel homenaje a ella, decidió enfrentarse a este desafío.

Ensayo tras ensayo, surgió cariño del roce, tras tantas escenas de amor y besuqueo. Julio ve en ella algo que jamás había visto. Una chica sincera y que sabe mejor que nadie, que la vida son dos días, y uno está lloviendo. Diana se siente alagada, de que alguien tan importante en el instituto como es él, se hubiese fijado en la chica tímida de la esquina que llevaba unas gafas más antiguas que el polvo que siempre se nos queda encima de la televisión. Quien le iba a decir, que William Shakespeare le iba a dar un vuelco a su vida con una simple obra de teatro.

Era un día lluvioso, sábado concretamente. Julio, salió en su moto a una fiesta y como es natural, su novia le acompañaba. Empezaron a beber y a beber, y no precisamente agua o zumo. Llegaron al punto en el que no se sostenían en pie. Veían todo borroso. El humo que llenaba la sala lo complicaba todo mucho más. El chico se levantó para ir a vomitar a una esquina, pues su cuerpo no podía resistir más. En un solo segundo en el que no estuvo al lado de Diana, unos chicos se les acercó, y muchos más afectados por los efectos del alcohol, inconscientes de sus actos, la atacaron. Nadie hizo nada para evitar que ella no resultara herida. Llegó Julio, y de un resoplo, actuó al instante.
Llamó a una ambulancia y salió detrás de tamaños sinvergüenzas. Cuando los encontró, no dudo ni un segundo en arriarles una paliza, que los llevaría directamente al cielo.
Julio tuvo la mala suerte de que la policía siguiera sus pasos, y en pocos días ingreso en prisión por delito de asesinato.

En la otra punta de la ciudad estaba ingresada Diana, con un cólico y con heridas graves, debido a los golpes recibidos Tras varios días en coma, su despertar fue lento. Alzó la vista a la derecha y se encontró a su tía Maite, y con la esperanza de ver a Julio a su izquierda se llevó una desilusión.
Su tía llamo rápido a la enfermera. 
Tras chequearla, y comprobar que todo iba bien, se le acercó y le dio una nota sin remitente, en la cual ponía;

Créeme que quisiera haberte dicho esto en persona, pero no hubiera sido capaz ni de mirarte a los ojos.

Me marchó lejos, muy lejos. No creas que es por ti, sino por mí. He cambiado, soy distinto. Ahora tengo otros planes y aficiones, en las que no cuento contigo.

No me guardes rencor, simplemente alégrate, porque este idiota se va a cambiar su suerte, y a labrarse un futuro limpio y honrado, con el que viviré junto a ti, y con el que daré de comer a nuestros hijos. No lo dudes. Espérame si realmente lo quieres.

``Mi único amor nació de mi único odio, pronto le veo y tarde lo conozco´´

Esa es la frase del ensayo, en la que me doy cuenta, de que todos los años en los que no te conocí, estuve perdiendo el tiempo.

Te ama,

Romeo


1 comentarios:

J. A. Lucero dijo...

Una historia bien contada, la personaje protagonista está muy bien construída y l historia de amor gana enteros con ese giro final, que evita que caiga en el tópico. Apenas te falta cuidar algunos acentos y puntos. Y una recomendación: quizá tanto dramatismo y tan de seguido hace que se le resten importancia a los sentimientos que los protagonistas sienten, sobre todo el de la muerte de la madre, haciendo que estos momentos tan dramáticos pasen sin importancia en la historia. ¿Era necesario para la narración que la protagonista se quedase huérfana? Recuerda que esta es una historia de amor. Por lo demás, ¡genial!